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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Y colorín colorado, este cuento no ha terminado

Estábamos Danna y yo en una tienda cuando de la nada entro una señora y sorprendida dijo: “Danna, hasta que te veo. Tus padres están muy preocupados. No saben nada de ti. Están destrozados”. Aquella señora era vecina de Danna y sabía perfectamente de su desaparición por lo que solo compró unas cuantas cosas y nos llevó a su casa. En el camino le preguntó a Danna quién era yo, y ella respondió que yo era una víctima más del secuestro.


Por fortuna, no mencionó que yo era cómplice. En verdad nos volvimos muy buenas amigas. Al llegar a la casa de Danna todos se sorprendieron porque a mi no me conocían, pero tuvimos mucho tiempo de contarles lo sucedido. Mentimos un poco, ya que yo no quería resultar perjudicada.


Al día siguiente, me llevaron a mi casa. Eso fue muy padre; saber que iba a volver a casa me llenaba de emoción. No lo podía creer.


Por fin en casa... Llegando, abracé a toda mi familia, les dijé cuanto los extrañaba. Les expliqué un poco cómo pasaron las cosas y por qué había aceptado participar.


Le hablé rápidamente por teléfono a Miguel para decirle que ya estaba en casa. Él rápidamente fue a verme y me dijo que estaba arrepentido de haber estado de acuerdo en que les siguiera la corriente a esos tipos. Él decía que había sido toda su culpa, que hubiera dado todo porque yo no hubiera pasado todas esas cosas desagradables. Pero lamentablemente no fue así. Las cosas pasan por algo, aunque no le encuentro sentido a lo ocurrido.


Lo único que sé, es que valoraré cada instante que esté con mi familia. Disfrutaré de mi libertad -obvio- mientras se pueda porque, así como siguen las cosas aquí, lo veo difícil.


Dentro de lo que cabe, todo está bien.


¡No lo puedo creer! Estoy en mi casa. Es como uno de esos cuentos de princesas en el que todo termina con un final feliz.


Eso creía yo…

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